El proyecto de sacar el Paso Procesional con costaleros se inició como un reto, o un sueño. Nunca hasta la fecha una Cofradía de la Semana Santa Marinera había sacado un Paso Procesional con costaleros. Pero este sueño paso a ser un proyecto cuando fue aprobado por la Asamblea General de la Hermandad, y tras cuatro años de denodada lucha, la Semana Santa de 2009, el Paso Procesional de la Crucifixión pudo por fin procesionar a costal.
Ese día se vivieron momentos muy emotivos. Cuando empezó la Santa Misa a las siete de la tarde, los costaleros estaban en el anexo del Colegio del Hogar. Se podía ver el rostro serio y concentrado de cada uno de ellos. La tensión se podía palpar. A las ocho termino el Sagrado Oficio y los costaleros tomaron sus posiciones para ponerse a trabajar, entrando bajo el Paso por orden de trabajaderas. Como estaba previsto, se cerraron las puertas el Templo para que quedaran dentro únicamente los miembros de la Hermandad. Los costaleros realizaron las primera “levantá al cielo” e hicieron avanzar el Paso hacia el centro de la nave listo para salir a la calle.
El capataz se asomó a la calle para comprobar que estaba llena como nunca antes en la historia se había visto. Se acercó al respiradero del Paso y dijo a los costaleros: “Señores, la plaza está a reventar, pero no nos vamos a poner nerviosos, es lo que esperábamos. Vamos a salir ahí fuera y a hacer lo que sabemos hacer, aquello para lo que hemos ensayado. Solo tenéis que pensar en lo que lleváis sobre vosotros, Nuestro Señor os dará fuerzas”.
Ya antes de cruzar el umbral de la puerta del Templo, los aplausos espontáneos de la gente nos acompañaron. Esto es algo muy común en Andalucía, pero nosotros no los esperábamos, al menos en esa medida. El Paso salió de la Parroquia y tras unos metros los costaleros pararon para descansar. Tras unos minutos, al son de los tres golpes del llamador, se hizo en la plaza un silencio sepulcral. Nos dispusimos a realizar la primera levantá fuera del Templo. “Adri”, dijo el Capataz llamando al patero derecho trasero, “dime mi arma”, respondió. “Vámonos al cielo. Venga, vamos al cielo. Señores, esta levantá, la primera, va dedicada a todas las personas que han venido a vernos y están hoy aquí en esta plaza”, palabras que la gente correspondió con una caluroso aplauso. “Todos por igual, valientes!!”, “A esta es!!” y sonó el golpe de martillo al que siguió la primera levantá.
La Procesión transcurrió lentamente, entre aplausos y esfuerzos. Pero sobre todo, mucho público. Más del que podíamos esperar. La Procesión concluyo dentro de la Iglesia con el triste “ahí quedó”. Una mezcla de sudor, emoción y lágrimas desbordadas, pero sobre todo enorme alegría porque por fin Nuestro Señor pudo andar por la calles del Canyamelar.